Sunday, July 22, 2012

Mara y Yo


Caminando por la zona río llegamos a unos edificios de infonavit que nos llamaron la atención. Le pedí a Mara que entráramos a ver y al pasar una tiendita me dijo:
- ¿Traes cambio para comprar un cigarro?
Revisé mi bolsillo y saqué diez pesos. Compré un Benson mentolado para ella, un Marlboro rojo (sabor tierra) para mí y una caja de cerillos. Luego buscamos un lugar para sentarnos y encontramos un pequeño espacio de tierra con columpios, subeybajas y resbaladillas entre los edificios.
- Me caga fumar y caminar. Ni lo disfruto.
Llegamos a los columpios que aún estaban mojados de la lluvia que había caído una hora antes. Mara se subió a uno de pie y yo me recosté en un tubo, luego se bajó y señaló una banca en la que nos sentamos.
Encendí mi cigarro y después el de ella. Al principio fumamos en silencio, viendo el cielo azul grisáceo embarrado de nubes entre las cuales se colaba algo de sol. Frente a nosotros se veían los condominios de enfrente de Pueblo Amigo, le dije a Mara que eran tan enormes los edificios que me daban miedo. Se río, asintió y después me dijo:
- ¿Has cambiado la vida de alguien?
Dudé un momento.
- Yo creo que todos tenemos un impacto e influimos en las personas que nos conocen. Tú me cambiaste a mí.
- Quería que supieras que, si alguna vez te haces o te hacen esa pregunta, yo estoy en la respuesta. Tú cambiaste mi vida.
- Tú me enseñaste a ser curada.
- Curada siempre has sido.
- Cuando entré a la prepa estaba bien pendejo. Contigo cambié.
- Me da miedo perder el toque.
- De hecho. A mí me da miedo un día despertar, madurar y olvidarme de todo. Ser aburrido.
- ¿Aún seremos mejores amigos y haremos cosas juntos?
- Eso quiero. ¿Irás a visitarme a Guadalajara?
- Sí. Cocinaré para ti y tu novio.
- Eso me gustaría.
Apagué el cigarro frotándolo contra la suela de mi zapato, Mara tenía la mirada perdida frente a ella.
- Tenía miedo de haberte perdido a ti también. Me sentí muy mal.
- A mí no me has perdido nunca. Tú eres mi mejor amiga y te amo, Mara.
- Yo también, Jhair.

Coleccionista de fracasos



Me declaro coleccionista de fracasos, escultor de sueños, inventor de realidades, ingeniero de la imaginación, experto en la distorsión de la realidad, creador de mil mundos, pero sin control siquiera del mío, sin una realidad clara, sin una sensación de pertenencia. Cargando con esta infinita soledad a cuestas buscando quien entienda lo que pasa, buscando quien ayude al fantasma que habita mi lóbulo frontal derecho.
Soy portador de miedos, receptáculo de sensaciones ajenas tomadas sin permiso, soy un big bang en potencia, buscando las cualidades de un león que se acerca más a un gato.
Soy el que se sienta a mirar desde atrás, dando sonrisas, esperando.

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- ¿Habías conocido antes a una persona que le gustara tanto tocarse los vellos de las axilas?
Me miró seria.
- Yo creo que todos lo hacen o al menos muchos. Sólo no hablan de ello, pero tú eres honesto. Eso me gusta.
Caminamos hasta la esquina y esperamos a que el semáforo cambiara, luego cruzamos a la banqueta de enfrente.
- ¿Sabes que siempre he querido conocer Japón?
- Sí, me lo habías dicho antes.
- Pues sí, es mi sueño. Quiero ver el monte Fuji, subir a la torre de Tokio, caminar por sus calles. Mi meta es recorrer todo Tokio, memorizar cada calle, cada pared, cada rincón.
- Te tomaría unos años memorizar una ciudad tan grande.
- Sólo el principio de una vida convencional. No lo veo muy complicado.
- No, no. Si yo no dije que lo fuera.
- Ya, pero a que lo pensaste.
- Tal vez. A veces yo soy de las que hacen las cosas, cosas normales, o comunes, pero me quedo callada. ¿Eso me convierte en mentirosa?
- A lo mejor, pero todos mienten. Entonces no está tan mal.
- ¿Y si no mintiera?
- No mentir a veces es imposible. Por eso yo lo evito, pero no puedo del todo. Soy humano, vaya.
- Ya, ¿tienes un cigarro?
Le alargue un cigarro y me llevé otro a la boca, acerqué el encendedor a sus labios y luego hacia mí. Nos sentamos en una banca de la calle.
- ¿Ahora qué piensas?
- Que yo no tengo sueños.
- Todos tienen.
- No, yo no. Mi madre se encargó de aplastarlos todos cuando yo era pequeña.
- ¿Por qué hizo eso?
- Porque era una mujer muy práctica, con la firme convicción que una vida sin aspiraciones es una vida sin decepciones. Su idea de una vida feliz.
- Pero eso no es una vida.
- Ya no sé. Ella definió bien mis esquemas.
- Mira a ese hombre.
Señalé un tragafuego en un crucero.
- ¿Qué tiene?
- ¿Qué sientes al verlo?
- Lástima, tal vez.
- Exacto. Como él, hay miles de personas en la ciudad y muchas más en el mundo. Personas que sólo verás una sola vez en tu vida, ¿qué pasa con ellas? A veces esa idea me da vueltas hasta que me duele la cabeza. No logro comprender qué pasa con las vidas de esas personas, que no esperan nada mejor, no tienen metas, ni sueños. Sonará cruel, pero incluso los veo como animales instintivos que sólo buscan sobrevivir.
- ¿Dices que soy como ellos?
- No. Pasaste a ser real cuando tu mundo se adhirió al mío. Ahora para mí eres real.
- ¿Y lo que no está en tu mundo?
- No sé. Existe, pero no sé nada de ello. Tendría que detenerme a pensar en eso.
Me sonrió y luego le dio una larga calada a su cigarro.
- La mitad por la nariz, la mitad por la boca. Se lo copié a una amiga.
- Me gusta.
Exhalando el humo lentamente levanté la mirada a un cielo grisáceo.
- ¿Va a llover?
- Parece.
- ¿Si llueve qué?
- En su momento lo sabremos.
Me incorporé y la miré divertido, me regresó esa mirada de complicidad. Le anuncié que debíamos seguir adelante. Me siguió. Después de avanzar un rato le confesé que esa tarde ya estaba cansado de caminar.

¿No?

Le gustan las encuestas, ponerse una camiseta y caminar de cuadra en cuadra preguntándole indiscreciones a la gente. La adrenalina le emociona, la idea de ir a prisión, de vender cigarros, lo mata.
Le encantaría tener un gato blanco con negro, ponerle un nombre exótico, tener un perro, vivir con el amor de su vida, trabajar en algo que le guste, hacer muchas cosas.
Quiere escribir, pero a veces se bloquea y no sabe cómo sacar todas las cosas que tiene en la cabeza.
- ¿Cómo se llamó la obra?
- Capitales de México.
- ¿Por qué?
- ¿Y por qué no?